Teatro para la vida

Yo tenía 15 años cuando un amigo me propuso salir de nuestro escenario habitual, un escalón de la Alameda del Río con vistas al Iro, para ir a un ensayo de teatro. No sería hasta cierto tiempo después que me daría cuenta de cómo esa decisión cambió mi vida.

Fue un amor a primera vista. A primer roce. Al primer verso. Fue una vorágine incomprensible de emociones deseando escaparse. Fue divertido y fue cercano. Y sin anillo alguno pero con todo el compromiso del mundo, decidí inconscientemente pasar en las proximidades del teatro el resto de mi vida.

En nuestra ciudad tenemos la suerte de contar con la asociación cultural TAETRO y su Certamen de Teatro Mínimo Rafael Guerrero, que representó este viernes su vigésima segunda edición. Quién conoce el teatro mínimo es consciente de sus virtudes. Es sencillo, es corto y es amigable con quienes se acercan por primera vez a él. Sus obras están cargadas de crítica, pero también de desparpajo y risas que le dan ritmo y salero.

El teatro mínimo, tan original y suyo, permite que jóvenes, también adultos, pero quiero hacer hincapié en los jóvenes, nos hagamos preguntas sobre la muerte y la amistad, sobre terrorismo y política, sobre el amor, sobre el ruido y sobre el silencio. Les concede autoestima y arraigo, dos bienes muy preciados en nuestra sociedad de la prisa, de lo inmediato, de lo perfecto e instantáneo, de lo irreal. Ofrece una alternativa sana al ocio de alcohol, drogas y apuestas. Y pone sobre nuestras cabezas el arma más poderosa de la humanidad, el engranaje que mueve el mundo y nuestra mente, y una parte fundamental de lo que los psicólogos llaman “alma colectiva”, la cultura. Todo esto sin dejar de realizar una labor casi humanitaria.

Y es que en tiempos de coronabichos y guerras, una carcajada es un favor social. Nos aleja de las negras nubes que asolan nuestra comodidad y nos reconecta con el más complejo de los placeres, la comedia y el buen humor. Y el teatro es experto en ambos.

El valor del teatro es casi terapéutico, pero también tiene un alto valor social. Nos enseña a vivir con v de burro, y a querer con k de kilo, y también que no hace falta ser correcto ni preciso para ser comprendido.

Por esto y mucho más, cuidemos el teatro. Que siga siendo, mientras tengamos la oportunidad, atractivo para jóvenes y adultos. Organicemos grupos de teatro en nuestros barrios, habilitemos nuevos espacios para ellos. Es muy importante el apoyo de las instituciones para conseguirlo. ¡No permitan que nuestros grupos de teatro mueran desatendidos!

Si colaboramos, tal vez un día haya más teatros que casas de apuestas en nuestra ciudad.


Manifiesto del Día Mundial del Teatro de Chiclana de la Frontera, escrito por Alfonso Saucedo bajo el amparo de TAETRO, a 27 de marzo de 2022.

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